MÓNICA NARANJO, catalogada por la crítica musical como una de las
mejores voces a nivel mundial, es una cantante, compositora y productora
española, que con 18 años de trayectoria artística ha logrado vender
más de 9 millones de copias con sus 8 producciones discográficas,
habiendo ganado en tres ocasiones el premio World Music Award. Esta
multifacética artista, quien ha realizado inolvidables duetos con
grandes figuras como Luciano Pavarotti, Riccardo Cocciante, Tom Jones y
Rocío Jurado, tiene en su haber grandes éxitos como “El Amor Coloca”,
“Desátame”, “Sobreviviré” y "Óyeme", entre muchos otros.
Ya no solo los gays corean a la pantera. Ayer se constató en el madrileño ,
durante el primero de los dos conciertos de la diva con uno de los
torrentes de voz más potentes del mundo. El registro vocal de Mónica
Naranjo, amplio e inabarcable, atrae a cualquiera. Ella lo sabe: “Antes
para ir a un concierto mío tenías que entender; ya no. Esa normalización
es un paso importante”

Desde muy pequeña su gusto por la música fue alimentado por su madre Patricia, incluso a escondidas de su padre, Francisco.
Mamá
Patricia se volvía loca con Mina, Aretha Franklin, Barbra Streisand,
etc.; Mónica bebió de esas influencias y logró que su madre le comprara
una grabadora multipistas y que le apuntara a clases de solfeo y piano.
Se pasaba las horas encerrada en su habitación cantando y cantando,
cultivando un estilo propio que le reportaría grandísimos éxitos en
medio mundo; sus hermanos se volvían locos cuando Mónica les despertaba
los fines de semana a las nueve de la mañana con su potente voz.
Mónica
fue creciendo y cultivando un rico mundo interior, y cuando cumplió los
16 años se puso a trabajar en una tienda de ropa para colaborar un poco
en casa. Seguía cantando y grabándose en maquetas de baja calidad, que
envió a las grandes compañías discográficas, pero nadie le hizo ni
puñetero caso (hoy algunos seguirán tirándose de los pelos…).
Un
día, Mónica estaba "de marcha" y le dio por ponerse a cantar en el
karaoke de una discoteca de Roses. Dio la casualidad de que por allí
estaba un conocido productor y presentador de TVE, José Luis Moreno,
quien se le acercó y le dijo que le presentaría a un productor musical
que pudiera pulir ese diamante en bruto.
Mónica
no se lo podía creer: mandó sus maquetas a Cristóbal Sansano (quien por
esas fechas había cosechado éxitos con Locomía y Muro) y este le
ofreció trabajar con él. Durante muchos meses, la correspondencia y las
llamadas telefónicas entre Figueras y Playa San Juan en Alicante fueron
intensísimas, hasta que Mónica tomó una gran decisión: salir del
ambiente viciado de su casa y marcharse a vivir a Alicante con
Cristóbal, del que se enamoró y con el que se casó casi inmediatamente,
en 1993.
UNA DE LAS CRITICAS DE TARANTULA.. Disco de MOnica Naranjo
”Este trabajo es el reflejo de una lucha hacia la libertad de
expresión y de interpretación. Es la evolución lógica que debí haber
seguido si me lo hubieran permitido, aunque nunca es tarde”.
En espera de cortar los hilos que la hacían títere del mercado
musical, Mónica Naranjo, magnífica compositora y poetisa en la sombra,
fue acrecentando su aura de diva bajo los dictados de los productores y
su industria de artistas caducos, haciéndose poco a poco la catalana un
sitio en la cima del éxito, conteniendo paciente su verdadero y completo
potencial como un Caballo de Troya que tras entrar en el feudo del
mainstream desataría su verdadero yo, eclipsando a todos aquellos
nombres tan aclamados en las discotecas y los recopilatorios veraniegos
de usar y tirar. Era hora de dignificar un poco el actual Pop español,
aunque a éste ya no lo salve ni el sano y arrollador espíritu creativo
de la mejor Amaral ni la inspirada apoteosis de una valquiria como
Mónica.
Cuando en 1997 esta chica se plantó frente a las televisiones de
España, yo me fijé más en sus voluptuosidades que en lo que pudiera
aportar como artista, pues para mí pertenecía al mismo carrusel de
glorias efímeras que se volatilizarían al año siguiente, otro talento
desaprovechado, de buena voz pero de canciones condenadas al olvido,
condenadas a los mismos cubos de basura de muchos de sus propios fans,
aquéllos que no saben que hay discos de consumo vitalicio, que no se
evaporan al verano siguiente. Pero pasados los años, y en aquel tema
llamado
Sobreviviré del álbum
Minage (2000), fue cuando
pude degustar el vozarrón de esta mujer sobre bases algo más duras,
rockeras, reforzando más mi idea inicial de que ella era un diamante
desaprovechado, a la vez que naciendo en mí el sueño de poder escuchar a
esta mujer al frente de una banda de Metal, o de Rock como mínimo, pues
sería un sitio muy digno para que ella explotara tales tesituras, que
tan desgarradas ya las sentí en ese
Sobreviviré con el que ya
furtivamente iba derramando una pizca de “la puta realidad” de su fuero
interno. Ese sueño lo veía como una utopía, pues pensaba que siempre
iban a estar ahí encima los managers y productores de la diva, con la
fusta en la mano por si la chica decidía soltarse el pelo un poco más de
lo planeado por las altas esferas del entertainment.
En 2001 lanzaría un CD llamado
Chicas Malas, que sin ir más
lejos fue el fustazo posterior de sus negreros para que la nena no se
acostumbrara al desmelene. Tras ese compacto sus fans sufrirían 7 años
de inactividad de la princesa de Figueras, que pasó una extensa
temporada de descanso sólo llenada por el lanzamiento de una versión en
inglés de aquel último álbum y un recopilatorio. Pasado ese tiempo, casi
se me había olvidado de que Mónica Naranjo había existido, y retazos de
ese sueño que tuve empezaron a vislumbrarse en las tinieblas, las
calaveras, las ruinas y las fantasmagorías de vanguardia del videoclip
de
Europa, el single de adelanto que rompía tantos años de
silencio de la artista, que pareció haber estado en fase crisálida todo
ese tiempo para retornar reinventada, completamente transformada, en un
vídeo cuyo panorama me recordaba más a las escenografías del Marilyn
Manson del
Antichrist Superstar que a lo que se esperaba ver de aquella “pantera en libertad”. Ahora sí que la pantera había sido liberada, nunca antes…
¡¿qué ven mis ojos?!, o mejor aún… ¡¿qué escuchan mis oídos?!, una
especie de oscuro y meditabundo aria que unas veces suena a tango y
otras recibe cariñosos destellos de fado, una exótica mixtura que más
adelante sería visitada por… ¡¿guitarras eléctricas?!, exacto, y no
precisamente de distorsión playskool para pijos rebeldes, sino bien
saturadas, y muy bien integradas sobre contundentes bases Techno, pues
tampoco podía faltar esto último hablando de quien hablamos, aunque,
¡ojo!, estos sintes no eran precisamente el almíbar que suele burbujear
en las producciones de Britney Spears, ni por asomo.
Tal surtido de tendencias sonoras, así narrado no parece ajustarse al
orden cósmico que realmente lo teje, en una estructura y metraje (6:17)
absolutamente anticomerciales, y orquestada con sumo talento y clase,
por no decir de una calidad y sensibilidad magníficas. Si además
escuchamos caminar en medio de todo aquello a la grandiosa poesía que de
puño y letra firma aquí la diva, y cantada de qué manera, debemos
postrarnos automáticamente ante esta diosa, aunque parezca tarde, pues
no es culpa de nosotros ni de ella que su verdadero florecer abriera
pétalos con semejante demora. Los tiburones con corbata tienen la culpa,
tráiganme esos arpones.